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Blog de Ricardo Pérez Roda.

domingo, 29 de marzo de 2020

Ser agradecidos


Quienes son los dos leones que arrastran el carro de Cibeles.
   Atlanta era una joven muy hermosa y muy atractiva. Era además la que mejor corría. Los jóvenes griegos que la habían visto correr con una faldita muy corta  que con el viento desempeñaba el papel de telón de teatro que sube y baja, no comían, no bebían, ni dormían, ni Vivian, desde que vieron a Atlanta. Esta, no sabiendo como quitarse de encima a tanto moscardón pesado, diseño una estrategia: “El joven que me desafíe a correr y que me gane una carrera se casara conmigo, pero ojo, si pierde, perderá la vida. Le cortare el cuello”.
Un atrevido le desafío y perdió. Atlanta pensó que si no mantenía el tipo, seguiría el asedio importuno. Así es que decidió ser cruel una vez para zanjar la cuestión. Le corta el cuello al atrevido infeliz y clavo su cabeza en una pica. Pero hubo más atrevidos. Seguían apareciendo cabezas de jóvenes cortadas y clavadas en las picas. Hipomenes, un joven más prudente y más avisado, fue al templo de Afrodita (Venus) a contarle sus cuitas y a solicitar sus consejos y ayuda: “Diosa del amor, me pasa como a Tántalo. Me muero de sed de amor por Atlanta; la veo de cerca  pero, como Tántalo que tenía la fuente de agua cristalina sin poder tomar ni una gota, no puedo saciar mi sed de amor. Diosa del amor, soy un Tántalo que me muero de sed erótica por Atlanta”. Afrodita le dijo: “Hipomenes, yo soy la diosa del amor. Has hecho bien en venir a mi templo. Podrás beber y saciar tu sed de amor con Atlanta”. Hipomenes contesto: “Gracias Afrodita, pero ¿Cómo puedo ganarle la carrera a Atlanta?”. Afrodita le contesto: “No te preocupes, Hipomenes, para eso estoy yo. Toma tres manzanas de oro. Cuando empiece la carrera deja caer la primera de ellas. Atlanta se agachara para cogerla y tu podrás adelantarla. Cuando vaya a adelantarte suelta la segunda manzana y cuando vuelva a alcanzarte, suelta la tercera. Ganaras la carrera.” Hipomenes contesto: “Gracia diosa del amor”. Pero Afrodita puso una condición, dijo: “Solamente te pongo una condición. El día de tu boda deberás venir a mi templo con Atlanta y con todos los invitados a darme las gracias”. Hipomenes contesto: “faltaría más, es lo menos que puedo hacer”.
Todo ocurrió como estaba previsto. Todos aclamaron a Hipomenes por su inteligencia y astucia. Todos los jóvenes se morían de celos y envidia. Al fin llego la noche de bodas. En el momento erótico de la verdad, cuando finalmente Hipomenes dejaría de padecer la tortura de Tántalo, se apareció Afrodita: “¡Anda se me ha olvidado ir a tu templo a darte las gracias!, perdona Afrodita”. Esta con cara de pocos amigos, se limitó a decir: “Lo siento Hipomenes y Atlanta. No se puede perdonar el pecado de ingratitud. Me veo ahora obligada a convertiros en dos leones que durante toda la eternidad arrastrareis el carro de Cibeles”.

Del libro “Aprender a pensar con libertad” de José Antonio Jáuregui.

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