El caso de
Franco se acomoda al tipo general: es un hombre, es un hombre de poder que
manifiesta su poder mediante el vestido y que tiene una conciencia de esto que
llaman hoy imagen, convirtiéndose a sí mismo en director de la suya propia, por
lo menos en un momento decisivo de su vida. Cuando está al frente de las
tropas, durante la guerra, deja este cuidado a los instrumentos de propaganda
que entonces emiten una serie de imágenes, tomadas de fotografías conocidas o
recientes, son las imágenes populares de Franco, que quedan resumidas en una
copla, cantada por algunos grupos que dice: “Franco, Franco, que cara más simpática
tiene usted, parece un requeté…”. Ahora bien, cuando Franco se establece como
jefe del Estado de un país unitario, esto es, cuando el problema de la guerra está
resuelto, la imagen campamental no sirve, ya ha pasado, ya no es el hombre que está
al frente de las tropas que va a llevar a la victoria; entonces surge el nombre
de generalísimo (no se en qué fecha exactamente pero creo recordar que fue después
de la guerra) y empieza a utilizarse la expresión de jefe de Estado. Tal expresión
se utiliza frente a la palabra rey. La primera palabra que se usa es caudillo,
pero caudillo tiene una connotación demasiado fascista y el ejército no es
fascista, entonces la palabra generalísimo responde más al sentimiento militar
que al político, aunque sea una palabra que se usa políticamente. Pero frente a
la función real, está la función del Estado, de modo que hay una oposición entre
ambas, es decir, estamos operando con palabras. Al mismo tiempo hay un proceso
visual. Este proceso, comienza de una manera tímida, cuando se viste por
primera vez de capitán general de la Armada: Franco es un ferrolano que está
acostumbrado a ver y admirar desde niño el uniforme de gala de los almirantes,
de manera que el traje con que Franco como jefe del Estado, por ejemplo
recibiendo a embajadores, es este uniforme, que para él personalmente tiene la máxima
significación; el pueblo esto no lo entiende, lo entendemos los ferrolanos, y él
se lo aplica a si mismo porque es ferrolano y sabe el valor simbólico que tiene
este traje sobre todo para sí mismo; es decir ponerse este traje, para Franco,
es una conquista, es su máxima conquista.
Del libro:
Conversaciones con Gonzalo Torrente Ballester.
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