Leo en la
prensa local, el homenaje que en su pueblo le han dedicado al deportista
paraolímpico. No tengo nada, contra el citado deportista, ni en contra del homenaje, es más lo conozco,
pero nunca he hablado con él. Es un deportista paraolímpico por lo visto muy
completo, que ha ganado numerosas medallas. Nada que decir al respecto, son
perfectamente comprensibles los homenajes a sus triunfos y sus gestas.
Mi
conocimiento del citado deportista paraolímpico discapacitado, viene de
coincidir en sus entrenamientos en la piscina cubierta. El entrenaba en una de
las calles laterales de la piscina del citado centro deportivo. Coincidíamos
por las mañanas, yo sabía que era un deportista de prestigio y reconocimiento,
porque por aquel entonces era cuando seguramente se encontraba en la cima, de
sus gestas deportivas. Era habitual en la prensa local, en las recepciones,
conferencias y recibimientos por las máximas autoridades locales. Sigo
expresando lo anteriormente expuesto, nada que decir ante sus logros como deportista.
Ahora bien mi conocimiento era única y exclusivamente por coincidir en sus
entrenamientos en la piscina cubierta. Algunas veces, me colocaba en la calle
paralela, justo al lado de la que él se entrenaba. En mi caso siempre intentaba
a nadar a mi estilo y forma, sin interferir con nadie. Nunca he tenido
portentosas capacidades físicas en cuanto al ejercicio físico se refiere, así
que conozco mis límites. Entonces conociendo mis límites, tampoco intentaba emular al deportista paraolímpico.
Digo esto por los mal pensados. Cuando tenía por ejemplo dos largos de piscina
hechos, el paraolímpico posiblemente tendría cuatro o cinco, lo desconozco
porque no los conté nunca.
Pero cuál
fue mi sorpresa, por el trato recibido, del citado deportista paraolímpico, un
odio hacia mi persona indescriptible, sin mediar palabra, sin conocernos de
nada. Jamás he hablado con el deportista paraolímpico, ni pienso hacerlo en el
futuro. Ni he asistido a cualquier tipo de homenaje que se le haya tributado.
El trato que me dispenso por las veces que me encontré nadando justo en el
carril de al lado en el que se entrenaba, que no fueron muchas, dada su
actitud. Me di cuenta enseguida de que debía de cambiar mi rutina y mis horarios de usuario.
Su actitud fue como mínimo terrible. Me
dirigía siempre que podía unas miradas
de odio indescriptibles, sin conocerme
de nada. En una ocasión llego a hacerle gestos ostensibles al socorrista de que
le irritaba mi presencia. Que quería expresar con aquellos gestos tan
elocuentes. Era humillante su actitud, una ofensa gratuita, que no estaba para
nada justificada, sin conocerme de nada. Pero si podía humillarme de forma
psicológica, que es lo que hizo. Me sentí muy mal, todavía cuando lo recuerdo
me siento mal. Por supuesto no me dijeron nada. Siempre he pensado que todo
ello formaba parte de una habilidad para denigrarme y ofenderme, pero no puedo
argumentarlo con elementos solidos de prueba. De hecho me sentí terriblemente
mal y entristecido por lo sucedido. Tanto es así, que deje de ir a las horas en
las que entrenaba y a evitarlo en todo momento y circunstancias. Ignoro los porqués, máxime cuando no dependen
de mí esos porqués. Simplemente constato unos hechos, que se produjeron en el
momento álgido de cuando era objeto de
malos tratos psicológicos en la piscina cubierta. Constantes silbidos en mi
presencia en las instalaciones, por parte de usuarios que yo no conocía de
nada. Es muy penoso ser objeto de este tipo tan sádico de persecución
encubierta. Silban en tu presencia, siempre en tu presencia, como si fueras un
apestado. La gente se mira entre ellos con complicidad indisimulada, más
sadismo imposible.
Este escrito
es para dejar constancia, de lo
humillado, entristecido y el bajón de autoestima personal que sentí por el no trato recibido, valga la
paradoja. Un odio hacia mi persona que nunca llegas a comprender.
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