“Esta religión,
desgraciadamente, ceso hace mucho tiempo de ser sabiduría expresada en fantasía,
para convertirse en superstición recargada de razonamiento” Santallana.
La
decadencia de la religión se debe al espíritu pedante, en la invención de
credos, formulas, artículos de fe,
doctrinas y apologías. Nos hacemos cada vez menos píos a medida que
justificamos más, y racionalizamos nuestras creencias, y nos encontramos tan
seguros de estar en lo cierto. Por eso
es que toda religión se convierte en una estrecha secta, que cree haber descubierto
la única verdad. La consecuencia es que cuanto más justificamos nuestras
creencias, tanto más estrechos de criterio nos hacemos, como es evidente en
todas las sectas religiosas. Esto ha hecho posible que la religión se asocie
con las peores formas de intolerancia, estrechez de criterio y hasta egoísmo en
la vida personal. Tales religiones alimentan el egoísmo del hombre, no solo
porque le imposibilitan para ser ecuánime con otras sectas, sino también porque
convierten la práctica de la religión en un negocio privado entre Dios y él,
por el cual la primera de las partes es glorificada por ala seguenda, que canta
himnos e invoca su nombre en todas las ocasiones posibles, y a cambio de ella la primera de las partes
bendice a la segunda, la bendice particularmente, más que a cualquier otra
persona, y a su familia más que a cualquier otra familia. Por esa razón vemos
que el egoísmo natural se lleva tan bien algunas de estas ancianas tan
religiosas y tan frecuentadoras de iglesias. Al fin, el sentido de la
autojustificacion de haber descubierto la única verdad, desplaza a todas las
bellas emociones que dieron origen a la religión. Del libro “La importancia de
vivir” de Lin Yutang.
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