Una vieja estación

Me vienen a la memoria con esta vieja estación, las muchas historias que sobre sus andenes se abran sucedido a lo largo del tiempo y de los años. Historias felices de despedidas, historias felices de encuentros, que las gentes guardan en sus mentes y memorias con agradecido recuerdo. Seguro que también por sus andenes añejos, se han sucedido historias tristes de desencuentros, desamor, añoranza e infelicidad. Pienso en las familias madres, hijos y padres, despidiendo a los soldados de reemplazo en la antigua estación, madres llorando, quizás de emoción por ver que sus hijos eran ya hombres y de alguna forma no les pertenecían ya del todo.
Cuantas historias de amor y desamor en sus andenes, hombres enamorados despidiendo a sus novias, novias enamoradas despidiendo a sus novios, con el corazón encogido si su destino era una gran ciudad. Cuanto desamor también, hombres que se han subido al tren quizás para no volver nunca mas la vista atrás, mujeres que los han esperado cual Penelopes modernas sin ninguna esperanza.
Y de los trenes que podemos hablar, de sus trenes de cercanías y de larga distancia, quedando siempre asombrados en aquellos tiempos por su modernidad y elegancia, superadas hoy en día en mucho. Largos trenes como el llamado sevillano con su larga retahíla de vagones detrás. El elegante Talgo en el que siempre uno tenia la sensación de que la comodidad en su interior debía de ser excelente. El antiguo Ter con su característica forma, del cual se decía que era bastante rápido, pero no muy confortable, tan para la gente sencilla. Los mercancías siempre largos y no muy bonitos estéticamente, por ser quizás solo eso mercancías.
De los días de lluvia, viento, de las luces nocturnas, de su silueta inconfundible en la ciudad, siempre evocadora. Una vieja estación es un recuerdo que siempre llevas contigo, por ser un recuerdo que forma parte de tu vida es decir de nuestras vidas.